viernes, 2 de noviembre de 2012

El yo-yo y los mecanismos de defensa





Niño aún, sin haber volado nunca una cometa ni jugado al trompo aunque ya con edad misericordiosa, cayeron en mis manos dos libros que hojeé y subrayé con fruición, mas no sé cuánto logré entender de ellos; estos eran:" El carácter neurótico" de Alfred Adler y "El yo y los mecanismos de defensa" de Anna Freud. Debo haberme sentido muy pagado de mí mismo reconociéndome "neurótico" por afirmaciones tan apodícticas como ésta de Adler: "La puntualidad es un rasgo frecuente en los neuróticos" -yo he sido siempre un maniático de la puntualidad-. Y cuando subrayé aquello de: "En la lucha del neurótico por la consecución del objetivo directriz masculino, es indispensable (...) que el temor a la decisión se manifieste como temor al sexo opuesto", creo haber sentido que alguna clave, al menos incipiente para intuírme, asomaba en aquel tiempo de mis precoces y frustros amores platónicos. Así, no me sorprende que haya dedicado un subrayado doble a renglones como éstos: "Mayor facilidad para escapar de la pareja sexual, especialmente de la femenina, tienen los predispuestos a la neurosis que ya en edad temprana han encontrado una vocación profesional o artística."

En el tomo de Anna Freud, en medio de la jerga psicoanalítica difícilmente comprensible para mi circunstancia, debo haber más trajinado el capítulo: "El Yo y el Ello en la pubertad" (recuérdese que Anna Freud se dedicó sobre todo al análisis de niños y adolescentes). Los párrafos en que se repetía una y otra vez el concepto de "envidia del pene" me resultaban particularmente oscuros pero aún la tinta del resaltador de otrora ilumina esta frase: "El niño que siente agresión contra la madre desarrollará una ternura excesiva hacia ella y cuidará extremadamente de ella". Más adelante, las páginas en que Anna Freud analiza el altruísmo de Cyrano de Bergerac deben haberme conmovido y también subrayé, borrosamente presintiéndome: "Cuando se trata de satisfacer o realizar un deseo ajeno, el comportamiento agresivo, de ordinario inhibido, se transforma súbitamente en un impulso sintónico con el yo."

Bastante antes de esta época que añoro, recuerdo que concebía al Yo, al Ello y al Superyó como estructuras entrelazadas y viscosas en lo profundo del encéfalo pero accesibles a la neurocirugía, y en mi fantasía omnipotente me deleitaba imaginando que podría intervenir quirúrgicamente dichos "órganos" para luego ver como evolucionaba el paciente a partir de los datos provenientes del análisis en el diván. Ni me imaginaba que hubiese existido ya la psicocirugía y que no tuvo mucho que ver con dichos constructos.

A veces bromeo diciendo que la teoría de mi infancia fue psicodinámica -por mis exiguas lecturitas- pero su praxis fue sistémica, por la "terapia familiar" que empírica y heroica -e infructuosamente- traté de ensayar entre padre y madre tantas veces. El hecho es que el término y el concepto de psicoterapia siempre mantuvo para mí un halo de magia y veneración, muy ligado a lo psicodinámico. Recuerdo por ello mi desconcierto cuando al empezar la carrera de medicina encontré en la biblioteca una revista llamada Psiquiatría Biológica: "¿qué cosa? -debo haberme preguntado- ¿el cerebro es entonces como un hígado que secreta cual bilis a la mente?"

Luego de ello, obvio es, debo haberme adormecido y extraviado en los vericuetos de la interminable carrera médica aunque seguramente fui tratando de conciliar las diversas perspectivas, a veces tan dispares, dentro de mi creciente vocación psiquiátrica.  Y un buen día tras muchos años, ya para empezar la especialidad, un colega me sorprendió proclamando, casi como si arrojase un guante en abierto desafío para que alguien lo recoja: "Yo soy biológico, en esto de la psiquiatría, yo soy biológico".

Y hace pocos días otro joven colega que principia su formación, apenas trasponiendo el umbral del consultorio para su primera guardia, afirmó también altanero, reivindicativo: "Yo voy a lo orgánico, para mí la psiquiatría es orgánica". Ya eran dos "yo" que decían lo mismo. Y claro es que no son sólo dos, son multitud, y de yo-yo en yo-yo estos colegas llegan a un apelotonado nosotros.

Puede parecer de perogrullo escribirlo pero vale insistir: sí, ahora entendemos algo más de biología intracelular y de genética molecular, pero eso no quiere decir que sepamos más sobre la esquizofrenia o los trastornos depresivos, los cuales les ocurren a las personas, no a las moléculas.  Una persona enferma es algo más que moléculas dañadas o genes trastocados. Entender el sufrimiento, entender las angustias, las alucinaciones e ideas delirantes, requiere de una idea general del ser humano que tenemos enfrente, de su manera de pensar, de sus valores, de su forma de comprender el mundo y la circunstancia que le ha tocado vivir. Ignorar los avances tecnológicos o no utilizar los recursos farmacológicos que tenemos a la mano el día de hoy sería absurdo, pero guiarnos sólo por estas novedades técnicas sería lamentable.

Se supone que los psiquiatras somos científicos y ansiamos basarnos en evidencias, pero cuando hacemos buena psicoterapia seguramente conservamos algo de los primeros médicos de la especie humana: algo sacerdotes, algo brujos. Nada se opone radicalmente en nuestra especialidad, todo se complementa. Ahí su riqueza y oportunidad, ahí su belleza y su desafío.

Penosamente hay muchos yo-yos empecinados en su proclama miope, excluyente y tempranera. ¿De qué se defenderán? ¿Qué mecanismo de defensa tan primario pero enrevesado estarán empleando si es que el concepto "mecanismo de defensa" les huele ya ni a naftalina sino a formol simplemente? ¿Qué proyectarán, que escindirán, qué negarán, qué reprimirán?

Coloco los viejos tomitos de Adler y A. Freud en el estante, y transcribo otra frase de la Freud que no hallé en mi libro de la infancia sino en un blog (llamado, sin más, Psychotherapy) y que de alguna manera completa un bucle entre esos tiempos míos y hoy: “The most sophisticated defense mechanism I ever encountered was becoming a psychotherapist.”

Gracias, Sr. Adler. Gracias, Sra. Freud.



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- Mi escena primaria

- Dos expectativas, una desilusión

From "psychobabble" to "biobabble"

- Psiquiatría centrada en la persona


7 comentarios:

Miguel dijo...

Estimado Lizardo:
Comparto mi primera experiencia en psiquiatria.
Llegué desde el trabajo como médico rural en pueblitos de la montaña de Teruel, -nevado pero más modesto que vuestras cordilleras- al hospital. Era un hospital no muy grande, pero había más pacientes en cualquiera de sus siete plantas que habitantes en los pueblos donde trabajaba.
El primer paciente que vi como residente de psiquiatría lo visité acompañando a mi residente mayor: Javier, ahora doctor Olivera.
Al salir, para congraciarme y con afán de demostrar que estaba en cierto nivel "científico" que suponía al uso en la capital, le dije: "¿lo más adecuado sería paroxetina?"
Afortunadamente me contestó: "Eso no le iría mal,... pero un trabajo y que su mujer no estuviese enferma le iría mejor."
Y desde entonces....
A veces me pregunto que hubiese pasado si me hubiese quedado en la serotonina.... posiblemente mi formación y profesión hubieran sido menos enriquecedoras. Mucho más tranquilas, pero menos enriquecedoras...

Quizas esos yo-yo de biología ramplona y organicidad excluyente que se acercan a los mayores del lugar puedan, si no dejarse convencer por ella, al menos, oír la tradición. Tradición que de no ser por los libros -que en España no reeditan- y unos pocos lectores que la transmitimos de modo oral, se perdería en unas pocas promociones.
Un fraternal abrazo.

José Manuel Brea dijo...

También me considero maniático de la puntualidad, querido Lizardo, y quizás sobrado de indecisiones y temores. Lo que no me impide relativizarlo todo y admitir factores orgánicos y psíquicos en los avatares del complejísimo cerebro humano. Siempre he huido de etiquetas determinantes y procurado no ser excluyente. Desgraciadamente, estamos sobrados de yo-yos.
Cordiales saludos.

pere dijo...

Apreciado Lizardo: muchas veces me pregunté como se llega a psiquiatra. Nunca se me ocurrió que pudiera ser un mecanismo de defensa. Dado que, como es fácil constatar, existen diferentes categorías de psiquiatras (y, en general, de psi-loquesea), presumo que esos diferentes profesionales deben defenderse de diferentes males.
Agradecería aclaración.
un abrazo,

Lizardo Cruzado dijo...

Muy valiosa y aleccionadora la anécdota que nos narras, Miguel, y es que mientras mantengamos la apertura, no importa cómo lleguemos, eh. Pero a veces, por motivos distintos, la cerrazón y la actitud defensiva llegan a primar (sobre todo si no hay un correlato de apertura por el otro lado).
En alguna ocasión, como un recurso que apela al "ver para creer" positivista y tan resurgente, se tiene que argumentar que la psicoterapia también produce cambios verificables mediante la sofisticación de la neuroimagen, fíjate, nada menos. Pero hay que seguir...
Otro abrazo fraternal para ti.

Lizardo Cruzado dijo...

Desde luego que sí, amigo José Manuel, y tengo pendiente hacer una reseña de un libro viejito pero bueno y que también me conmovió mucho: "Alégrese de ser neurótico". Comparto tu parecer cuantificador de los yo-yos. Gracias por tu visita. Un gran abrazo.

Lizardo Cruzado dijo...

Pues yo tampoco lo sabía, amigo Pere, y habría que ver en qué contexto lo dijo Anna Freud y si podría generalizarse (intuyo que tal vez sí) a todo "psico-lo que sea", esta frase metafórica.
Alguna vez escribimos algo al respecto:
http://desdeelmanicomio.blogspot.com/2008/11/para-ser-psiquiatra.html
Ud. sabe, los mecanismos de defensa no son conscientes, eh.
Gracias por su visita.

clubesperanto dijo...

Uno de tus mejores "posts".